Vivimos momentos difíciles y complejos. Presenciamos cambios muy importantes que afectan directamente a conceptos básicos de la convivencia como la igualdad, la justicia y la equidad social. Cambios que tienen su origen profundo en la ofensiva ideológica y política neoliberal de los años ochenta, y cuya última manifestación, la gran crisis financiera del 2008, ha sacudido con más virulencia que nunca el orden económico, político y social. Las tesis neoliberales, aliadas con fuerzas políticas y organizaciones y creencias afines a las mismas, se han impuesto y han alterado el orden y el pacto social que hasta ahora habían regido la convivencia y los valores de nuestra sociedad, que son la base del mayor progreso económico y social que ha conocido la humanidad. Nos enfrentamos a una crisis sin precedentes en la historia económica, provocada por un sistema capitalista que se sostiene en un modelo especulativo, aliado con posicionamientos ideológicos y políticos que persiguen destruir las conquistas del estado del bienestar o que éstas solamente se disfruten por las clases económicas más favorecidas.
El incremento de las tasas de pobreza, la universalización de la incertidumbre y el aumento del miedo, así como el aumento de la desigualdad, la ausencia de seguridad en el empleo, el cuestionamiento de la sanidad universal, la educación para todos y la justicia universal, son algunos de los peligros que amenazan a nuestra sociedad. En toda Europa el nivel de calidad de vida de la mayoría de l@s ciudadan@s ha disminuido y se ha degradado, siendo el paro y los recortes en políticas sociales las principales consecuencias de la decadencia del actual modelo socioeconómico. Aunque esto no ha impedido que otros, los de siempre, hayan incrementado sus beneficios y su nivel de vida, financiándose en la mayoría de las ocasiones, con los recursos y con las desgracias de los que menos tienen. La crisis y la injusticia que golpean a los más débiles están generando una situación de grave malestar social. Este malestar se ve incrementado, además, por la percepción ciudadana de la incapacidad de los políticos para reaccionar a tiempo y en favor de los intereses de la mayoría desfavorecida.
Por un lado, hay una consecuencia palpable para l@s socialist@s en este contexto. No podemos negar que la crisis ha debilitado nuestras propuestas. Ha fallado el control institucional sobre las entidades financieras. No hemos sabido prever primero, ni luego contener, el ataque neoliberal a los derechos y conquistas logradas durante más de 50 años de políticas de bienestar en Europa. El aumento del paro, la amenaza y materialización de los recortes en los servicios públicos, la precariedad laboral creciente, la falta de atención a la frustración que las nuevas generaciones arrastran desde los años 90, la tibieza de nuestra respuesta al capital especulativo que ha hundido las economías incrementa el malestar, aún más cuando se percibe la injusticia que supone el que la crisis golpee principalmente a los más débiles, sin exigir las responsabilidades que corresponden a los sectores que la han provocado.
La política camina a la deriva y sin crédito democrático, cuando tendría que imponer sus leyes a una economía injusta y especulativa, a una reforma laboral que resta derechos a los trabajadores, a un sistema de poder que anula el papel preponderante de l@s ciudadan@s. Necesitamos con urgencia y más que nunca el instrumento de la política para afrontar la salida de la crisis. Pero no cualquier política sino aquella que ayude a la regeneración de la democracia y a recuperar los valores de la honestidad, el sentido de la justicia y la transparencia.
L@s socialistas debemos dotarnos de un nuevo método de trabajo con el que, sin olvidarnos de la tarea realizada en las últimas décadas, seamos capaces de reiniciar nuevos procesos de debate y participación, de escuchar atentamente las voces diversas que esta sociedad cada vez más compleja nos aporta y de atender el desafío de la aparición todos los días de nuevos retos sociales. Es nuestra obligación luchar contra la desafección política que sufren sectores sociales muy cercanos a nosotros (jóvenes, trabajadores, desempleados, etc.), que hoy no se sienten representados por los políticos en general y por la izquierda en particular. Hay que propiciar una regeneración de la política, poniendo en valor la honestidad y el servicio a la sociedad por encima de la ambición personal y los intereses partidistas. De nuestra capacidad de interpretar lo que ocurre va a depender en gran medida nuestro acierto.
L@s socialistas no podemos aceptar como inevitable un futuro sin ilusión, sin esperanzas ni expectativas. Aceptarlo implica, negar nuestra capacidad de transformación social, perder la confianza de la ciudadanía, privar a l@s ciudadan@s de respuestas progresistas a los problemas actuales y como consecuencia más importante, abandonar a las y los ciudadanos al desencanto y a la ausencia de alternativas que representan los modelos socioeconómicos conservadores y neoliberales.
Las crisis inesperadas, deslocalizaciones de determinadas actividades económicas, precarización laboral, necesidad de formación continua y de calidad que no está al alcance de todos, son algunos de los factores que desestabilizan socialmente y que generan incertidumbre hacia el futuro. Por ello l@s socialistas debemos recuperar la confianza en una salida de la crisis que nos rodea. Pero una salida netamente diferente a las propuestas que nos está haciendo soportar la derecha. Una salida que no se sustente en los recortes que sufre la población más desfavorecida y en la precarización del trabajo como único medio de lucha contra el paro.
Resulta innegable que l@s socialistas, asumimos, desde la crítica y la no tolerancia, una serie de decisiones políticas erróneas y un buen número de casos de corrupción dentro de nuestro partido, que nos han separado tangencialmente de nuestro electorado, hemos perdido una parte de la credibilidad que conseguimos durante años. Para recuperarla debemos volver a estar en sintonía con l@s ciudadan@s. Estos, nos piden buenas actitudes, las propias de ser socialista. Nos piden que nos preocupemos de sus problemas, que estemos atentos a sus necesidades con una total disposición a oír y escuchar sus demandas desde la proximidad, la cercanía y la fácil accesibilidad, para que en todo momento sepamos de sus necesidades y podamos dar respuesta a ellas.
Pero sobre todo, lo que l@s ciudadan@s nos exigen como socialistas, es la honestidad y la transparencia en la gestión pública.